Emmi Pikler (1902-1984) fue una médica-pediatra, formada en Viena, se instaló como pediatra en Budapest en los años 1930.
Su visión del niño como ser activo, competente y capaz consiguió convencer a las familias que atendía de la importancia del desarrollo motor autónomo conducido por el propio niño.
Prestó gran atención a la dimensión relacional, muestra como vivirla en los momentos de cuidados, en un compartir íntimo y profundo entre el adulto y el niño.
En 1946 se confía a Emmi Pikler la responsabilidad de una casa-cuna en Budapest (llamado hoy en día Instituto Pikler). En la misma línea de su trabajo con las familias, busca el medio de ofrecer a los pequeños que viven ahí, una experiencia de vida que garantice su desarrollo y evite las carencias que puede crear la ausencia de un lazo con los padres.
Sin buscar reproducir la relación maternal, Emmi Pikler y sus colaboradoras permitirán
a los niños establecer vínculos cálidos con sus cuidadoras, gracias a una atención exclusiva ofrecida a cada uno durante los cuidados, a una coherencia en la vida cotidiana, a una estabilidad de los adultos y a las respuesta adaptadas a las necesidades individuales.
Una gran confianza está puesta en la capacidad de cada niño a desarrollarse en estas condiciones por su propia actividad, siguiendo sus propios intereses.
La actividad autónoma es la regla, sostenida por la relación establecida con los adultos. Gracias a esta actividad y a este sostén, el niño se percibe como competente, digno de atención, reconocido en su individualidad. Él elabora una confianza en sí mismo que le permite crecer armoniosamente.
PRINCIPIOS
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El valor de una relación afectiva privilegiada y la importancia de la misma: el papel que debe desempeñar el adulto en la forma de relacionarse con el niño. La observación. La necesidad de ayudar al niño a tomar conciencia de sí mismo y de su entorno.
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El pensamiento de Pikler tiene como base la confianza y el respeto al niño, considerándole una persona desde el nacimiento, una persona que es parte activa de su propia evolución, una evolución que se basa en la actividad y en la autonomía. Emmi Pikler confía en el niño, en la capacidad innata y social del aprendizaje de los recién nacidos y de los bebés, cree en su capacidad de desarrollo autónomo y busca favorecerlo respetando su iniciativa, en el proceso de evolución de sus movimientos, en la manifestación de su desarrollo psíquico, en su juego, en su pensamiento y en su comunicación con los demás.
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Cuando el niño actúa por su propia iniciativa e interés, aprende y adquiere capacidades y conocimientos mucho más sólidos que si se intenta inculcarle desde el exterior estos mismos aprendizajes.
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El valor de la actividad autónoma: El movimiento libre, la actividad iniciada por el mismo niño, el aprendizaje autónomo y la noción de competencia. Todas ellas subrayan la autonomía del niño desde la primera infancia, desde el inicio de la vida.