“En la escuela ha mordido a algún niño”, “mi hijo ha venido ya 2 días seguidos con un mordisco”, “¿Debo preocuparme?”, “quiero saber quién ha sido”… todas estas frases y resultarán familiares y seguramente alguna vez las hayas pensado.
Los niños comienzan a explorar todo su entorno a través de la boca, es lo más inmediato, lo primero que han conseguido desarrollar para alimentarse y poder sobrevivir. Cuando son bebés todo se lo meten a la boca, porque en realidad, lo que nosotros tocamos con las manos para conocer su textura y temperatura, ellos lo conocen a través de su boca y sus papilas gustativas, hasta que más adelante comiencen a desarrollar su manipulación y la coordinación mano-ojo.
Cuando tienen más de un año y caminan, empiezan a separarse de los adultos un poco para poder explorar el entorno a través de su movimiento. Es aquí cuando pueden surgir los llamados “mordiscos”. Se pueden dar en diferentes SITUACIONES:
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Al llegar a la escuela o al estar cerca de
otros niños surgen conflictos o disputas por los objetos, ya que todavía no es capaz de ponerse en lugar del otro y compartir, lo que tiene entre sus manos cree que es suyo, y lo que quiere y desea también es suyo. En estas situaciones utilizan el medio de comunicación más rápido: la mano o la boca. Es instintivo, no piensan que van a hacer daño, es eficaz para conseguir lo que quieren.
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Hay veces que el niño muestra mucha alegría o impaciencia, en definitiva, nerviosismo, y lo expresa con lo primero y más instintivo que tiene: la boca. En realidad no sabe cómo sacar toda esa pulsión acumulada y la hace de esta manera. El abrazo o el beso para expresar alegría por alguien es aprendido socialmente.
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Cuando hay juego con el adulto, a veces, el niño muerde, muerde porque quiere “comérselo”,
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En ocasiones, al aparecer la dentición necesitan calmar sus encías con lo cual muchas veces muerden porque carecen de autodominio y actúan impulsivamente.
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Algunos niños sencillamente muerden por imitación. Es importante no jugar a moderse con el adulto.