
El sexismo se puede entender como el conjunto de imágenes, actitudes, comportamientos y estereotipos discriminatorios con respecto al sexo. La construcción de los roles masculino y femenino no ha de entenderse como un enfrentamiento entre ambos géneros, sino como una realidad enfocada hacia la coeducación, pero en la práctica está mediatizada por el estereotipo (una construcción mental basada en una idea preconcebida y simple que da una imagen parecida, pero inexacta de la realidad).
Podemos afirmar que es la sociedad el principal eje de transmisión de estos estereotipos.
La familia es el agente de transmisión más eficaz del sexismo. Es donde el niño encuentra e imita los primeros modelos. Así, por ejemplo, las mujeres se ocupan en mayor medida que los hombres de las tareas domésticas. Esto constituye un motivo potencial de
imposición de estereotipos sexistas al niño/a.
La educación que reciben desde pequeños, son los roles que ellos van asumiendo imitando los modelos adultos.
ACTITUDES DEL ADULTO
De manera inconsciente pueden surgir formas discriminatorias de carácter eminentemente cultural y que pertenecen a las vivencias en la sociedad, que inevitablemente actúa como transmisor de estereotipos culturales que muchas veces ocasionan una desigualdad entre niños y niñas comportando consecuencias negativas para ambos.
Así, niños y niñas que en estas edades no han de ser excesivamente diferentes van siendo encaminados hacia el cumplimiento de ciertas prescripciones culturales que responden a los diferentes papeles marcados por la sociedad. Estos patrones y normas culturales para uno y otro sexo son los que hacen referencia al género.
Lo cierto es que en la construcción de la autoestima, adquisición del lenguaje, pertenencia al grupo sexual, etc., influyen o contribuyen a la imagen que la niña o el niño tendrán de si mismos. Esta imagen estará determinada en gran manera por la valoración que los demás
realicen de sus conductas, cualidades y atributos.